jueves, 27 de marzo de 2014

[RELATO]ENTRADA A LAS POZAS

ASALTO A ORGRIMMAR DESDE PANDARIA

Lluvia, sonido de gotas sobre la tienda; Kut´elhar abre los ojos y comprueba que la gotera por la que se filtra el agua está en su sitio, que su espada reposa a su lado y que el catre sigue igual de duro. Un día más en la continua disputa en aquella tierra tan alejada de su lugar de origen, al servicio de la Horda, en la inmensa tarea de contribuir a estabilizar ese mundo tan violento que le ha tocado vivir, para lo que ha nacido y se ha formado.
La voz pastosa y cansada de Set Whu, el jefe de la sección, le sobresalta, que no despierta, con los ojos clavados en la tela húmeda del techo; el descanso ha sido efímero y ya hay que volver a ponerse en marcha, una marcha más con la incertidumbre de si será la última, o si volverán todos. Estos son los primeros pensamientos cada mañana que asaltan al aguerrido paladín del grupo, y más cuando gira la cabeza y contempla cómo Mor´airha se está desperezando en el camastro de al lado.
Ah, incontrolable elfa tocada por la luz, y más cabezota que un múrloc, piensa mientras se incorpora; si ya es dura la guerra, combatir al lado de su propia hermana le genera un grado de tensión que hace que su arrojo en el combate se multiplique ante sus enemigos, solo con la intención de protegerla. A pesar de ello, la pequeña elfa es más diestra en el manejo de las armas que la mayoría de sus compañeros, una Forestal curtida en los terrenos de Bosque de Canción eterna e instruida por los mejores maestros. Grácil, menuda y con la belleza innata de los sin´dorei, reflexiva y prudente en el campo de batalla, no deja de ser una preocupación para su hermano en todo momento; fue por su tozudez a la hora de presentarse voluntaria para aquellas campañas en Pandaria por lo que Kut´elhar cambió su función en el ejército, convirtiéndose en escudo de milicia, en protector de su grupo.
- “Vamos, levanta, nos esperan fuera”, le dice el hermano mientras se abrocha el cinturón.
Antes incluso de colocar su espada en la vaina, Mor´airha ya está lista, en perfecto estado de revisión, con su dulce sonrisa en los labios y la incontenible determinación de su juventud. Kut´elhar menea con la cabeza mientras sonríe y aparta la tela que hace de puerta franqueándole el paso.
Afuera, junto a una hoguera sobre la que se caliente una marmita con el desayuno, el jefe de grupo, Set Whu ya está rumiando las órdenes del día; uno de los primero pandaren que se unió a las filas de la Horda en aquel frente, destaca por su serenidad y su actitud reflexiva ante todo, por otro lado, propio de su raza. Bebedor infatigable de cerveza, siempre con su gorro calado hasta las pobladas cejas, es compañero en la función de escudo y líder ecuánime. A su lado, como sombras perennes, los dos sanadores del grupo, Havix, pequeño goblin verdoso cuyos conocimientos chamanísticos son una ayuda irremplazable para el día a día y que anima a la tropa con su carácter jovial, siempre contando chistes, tratando de mantener la moral alta, y Alvu Ruk, un trol druida más callado, introvertido, siempre alerta y atento a cualquier indicio o señal que le haga tomar decisiones, supersticioso en grado supremo pero perfecto sanador con el que la tropa ha salido airoso de numerosos combates.
Reunidos alrededor de la hoguera también se encuentran Ild´elhor, un elfo pícaro y Bacu´lheao, otro elfo, brujo, hablando entre ellos; al mismo tiempo que Kut´elhar y su hermana llegan también, sonriente a pesar del cansancio, Mor´ailhe y Lethza; elfa y no muerta se acercan a la hoguera mientras la elfa ayuda a la no muerta a colocarse el casco sin que por ello tenga que perder una oreja o la nariz.
Cuando llega el último miembro del grupo, Thraszzu, Set Whu ya está explicando las directrices del día.
- “Hoy tenemos que adentrarnos en las salas subterráneas del Palacio de Mogu´shan”, dice calmado. “Los Pandaren construyeron una serie de pasillos subterráneos por donde circulan las aguas de la Poza de Poder
La tropa al completo gira su vista al horizonte, allí donde es imponente palacio de estructura pandaren se alza vigilante sobre lo que antes era un valle verde y fértil, acuciado ahora por la corrupción de los sha.
- “Nuestra misión es de exploración, evaluación y sin asumir riesgos”, prosigue mirando a los más jóvenes del grupo, siempre deseosos de aventuras. “No quiero excesos ni bajas, será un trabajo rápido y volvemos, nada más; quizá el agua esté corrupta, y debemos averiguar de donde procede esa corrupción”.
Set Whu deja reposar la información mientras el grupo asiente ensimismado, ultimando su equipo o limpiando aquí y allá un arma; Havix se rasca una de las grandes orejas mientras las elfas cuchichean algo. La impaciencia por adentrarse en aquellas cámaras, el reto de la aventura entre los más jóvenes, y sí, el deber que les ha llevado a aquellas tierras, hace que la tropa quiera salir a la carrera a matar engendros, pero la sola presencia del líder les hace mantener en sus sitios.
- “Está bien, si no hay preguntas, en marcha”, sentencia Set´Whu levantando su voluminoso cuerpo del tronco caído y apurando la cerveza de su jarra.
La comitiva se pone en marcha; el camino se hará a pie, a no más de media jornada a buena marcha; las monturas serían un estorbo por la cantidad de engendros que esperan encontrarse y el sacrificio de las mismas al abandonarlas en la puerta sería un holocausto no necesario.
La lluvia golpea sus armaduras, sus botas chapotean en los charcos, la rigidez del frío hace que la marcha sea más lenta de lo esperado, pero la moral está alta; se habla poco, se mantiene la tensión y la alerta es permanente mientras se van adentrando en el valle.
- “Un huarguen entra en un café y… chof!!”, suelta de repente Havix.
Dos carcajadas y varias sonrisas rompen la monotonía de la marcha, y aunque ese chiste lo han de escuchar en cada salida, la tropa agradece ese espíritu de aguerrida temeridad ante la batalla.
La luz se ha difuminado bastante, se ha vuelto pesada, cuando se acercan a las inmediaciones de la puerta señalada en el mapa; unas cuantas  presencias malignas patrullan la zona y convierten el enfrentamiento en inevitable.
- “Ya sabemos lo que hay que hacer, no es la primera vez que nos enfrentamos a esas bestias”, advierte el líder.
- “Acabemos cuanto antes con esas repugnantes abominaciones”, anima Thraszzu.
- “No te separes de mí”, le ordena Kut´elhar a su hermana ante el bufido de hastío de ésta, que al final, hará lo que le parezca.
- “Vamos, trampas congelantes de los cazadores a derecha e izquierda, tótems sanadores al centro, e invocar azufre de fuego los brujos”. Set Whu da las órdenes precisas, con la práctica de los años en guerra, pero con la serenidad y exactitud de su raza.
Los dos escudos se lanzan a la carrera, ladera abajo, para fijar al primer grupito de sha mientras los sanadores los siguen de cerca y el resto de la tropa ocupando sus posiciones y lanzando sus hechizos. Mandobles y hechizos destructivos caen por igual sobre una y otra bandada de engendros, fulminándolos allí mismo, con muy poco daño recibido mientras se va abriendo un corredor hacia la puerta. La tropa, de espaldas a la entrada, retrocede hacia ella cubiertos por los escudos mientras contemplan extrañados la decreciente agresividad de los sha a medida que se acercan al palacio.
- “Algo maligno debe alojarse ahí dentro para detener a esta bestias”, resuelve Alvu Ruk lanzando un último hechizo de protección.
- “¡¡No vamos a quedarnos aquí para comprobarlo, entremos!!”, responde, Mor´ailhe risueña.
Kut´elhar comprueba que su hermana no ha recibido ni un rasguño y cierra la puerta ante la embestida de un último sha furibundo que se estrella contra la sólida placa dorada; cuando se gira, se sorprende junto al resto con la boca abierta y absortos en lo que están viendo: una cámara inmensa, envuelta en una bruma azulada y húmeda, que cala hasta los huesos. Hay agua por todos lados.
- “Esto se va a poner feo”, dice Kut´elhar sin apartar la vista de los altos techos donde la vista se pierde en su inmensidad.
La tropa empieza a avanzar por el ancho pasillo, en una piña, pegados los unos a los otros, con ambos escudos por delante parapetando los cuerpos, envueltos en la bruma azul; llegados a una bifurcación sobre una gran charca azul se plantea la duda de hacia donde ir.

  • A la derecha”, suena la voz del líder.

  • Ahí, abajo, has sombras moviéndose, invocando algo”, susurra a la vez Letzha.

  • Parecen iniciados en algún culto del agua”, responde perspicaz Mor´airha.

No hay tiempo para más, alertados los cultores, se lanzan a proteger su espacio y los escudos contienen la primera embestida; Set Whu da órdenes precisas, los arqueros a los flancos, los brujos a su lado, sanadores protegiendo a los primera linea, el pícaro lanzando dentelladas entre los escudos. El grupo está bien entrenado, ni un rasguño, los iniciados en el suelo, y la moral alta.
Tras un segundo grupo de cultores que los asedian, se encuentran con un pasillo custodiado por unos elementales de agua enormes que patrullan perezosos; el líder, bien versado en las escaramuzas, cambia la estrategia, mandando a los escudos por delante para distraer mientras el resto se queda en retaguardia destrozando .... ¿pero qué demonios?.
Un grito resuena bajo la bóveda, un segundo grito lo acompaña; no hay tiempo que perder, aniquilar a esos elementales se convierte en una tarea vital para el grupo. Se redoblan los esfuerzos y el último de ellos cae al suelo transformado en una coraza blanquecina e inerte.
Reagrupados todos, se comprueba el estado de los miembros; Bacu´lheao y Letzha yacen en el suelo, incorporados, aparentemente bien, pero ambos presentan sendos quemazones en sus brazos por una vorágine de viento helado que han lanzado los elementales. con prontitud los sanadores extienden sendas cataplasmas en las heridas y mientras los emplastos hacen su trabajo, el grupo mira con temor hacia el fondo del pasillo desde donde llega un rumor inquietante.

  • Quizá deberíamos volver, ya hemos visto suficiente”, dice con cautela el líder pandaren mirando sin cesar hacia el foco del rumor.

Todos se miran primero y luego a los dos heridos.

  • Tenemos una misión que cumplir, averigüemos de donde procede ese extraño sonido”, responde Bacu´lheao desde el suelo.

  • “¿Podéis continuar un poco?, pregunta Set Whu a los yacentes.

Ambos asienten con la cabeza y se incorporan reconfortados por las atenciones de los sanadores; el grupo avanza despacio, con cautela, agrupado hacia el fondo del pasillo. Poco a poco se va haciendo presente una presencia extraordinaria mientras el rumor de agua crece en sus oídos; cuando se adentran en el vasto espacio central, la figura colosal de un elemental de agua se materializa ante sus ojos, al tiempo que una barrera de agua congelada se alza a sus espaldas. Atrapados, no tienen más remedio que enfrentarse a la terrorífica criatura.

  • ¡”Kut´elhar, rápido, al frente, te apoyo de cerca!”, vocifera Set Whu. “¡Forestales, brujos, desplegaos a ambos lados!. ¡Sanadores, atentos!”.

Los componentes del grupo, perfectamente disciplinados, ocupan sus posiciones mientras Kut´elhar arremete valerosamente contra el elemental.

  • ¡Charco de corrupción! ¡Moveos!”, grita el escudo.

Como si fuese uno solo, movidos como por un resorte, todo el grupo esquiva los charcos mientras las saetas y hechizos caen despiadadamente contra el titán; el aire se vuelve frío, la humedad los golpea con saña, pero no decrece la iniciativa.

  • “¡Me ha golpeado duro, provoca a la bestia!”, exclama Kut´elhar a su líder, mientras recibe las curas pertinentes.

  • Más charcos, ¡atención!”, grita Set Whu tratando de que su voz se escuche por encima del ensordecedor rumor del agua de la bestia. “Ahora, Letzha, ¡un orbe congelado!”, sigue dando instrucciones mientras esquiva los zarpazos helados que le llueven desde arriba.

El efecto del hechizo de la maga surte efecto de inmediato y el elemental desaparece bajo las aguas; el rumor del agua es reemplazado por otro aún más aterrador, como el zumbido de un enjambre. Todos se miran, comprobando que se hallan en buen estado a la vez que tratan de descubrir la procedencia de aquel zumbido.

  • ¡A las paredes, rápido, y desplegaos!”, ordena el líder mientras corre a la par con su compañero en escudo.
El agua comienza a temblar, parece que vaya a hervir, y entonces unas presencias salen disparadas del charco central.

  • “¡Acabad con ellas!”.

Mas de la mitad caen bajo los ataques de la Horda mientras se arrastran de nuevo hacia el charco, pero otras muchas llegan al agua sin que les afecten los hechizos y la comunión de ambas entidades provoca una descarga de energía transformada en agujas de hielo que lacera sin remisión a toda la tropa, La labor de los druidas, entrando en un estado de contemplación interior y emanando una cura tranquila hace que los efectos de dichas agujas se minimice y no se cuentan bajas, pero de repente el titán helado se alza de nuevo del charco, amenazante, atacando los escudos que ya le presentan batalla.

  • ¡Cuidado, ahora te va a golpear como antes!”, advierte Set Whu a Kut´elhar.

El elfo no duda y segundos antes de ser golpeado alza su escudo invocando un hechizo de protección que reduce mucho el daño del ataque; aprieta los dientes, clava sus botas en el suelo para no ser arrastrado y se mantiene firme hasta que nota que disminuye la presión del violento embate.

  • ¡Arghhhh!”, gruñe mientras mira a su compañero tomar el relevo.

Por segunda vez, ante los insistentes ataques del grupo, el titán se desvanece en el charco, se esconde bajo las aguas corruptas, pero los valerosos guerreros ya han aprendido de la primera y corren hacia las paredes.

  • “¡Ahhhhhhhhhhh!”.

  • “¡Replegaos rápido a las paredes!”, suena al voz del líder tronadora.

  • ¡¡¡Alvu Kur ha caído!!!!”, grita por encima del fragor Havix.

  • Ayúdalo, no podemos prescindir de él”, responde Set Whu.

El druida ha sido alcanzado por una babosa por la espalda, mientras corría hacia la pared; cayendo al suelo lanza un último hechizo que lo protege por unos instantes. Havix acude al lado del druida, clavando un tótem en el suelo a su lado mientras las babosas corruptas vuelan por encima de ellos. Mientras las babosas pasan por su lado en dirección al charco, el aura de curación que envuelve a los dos sanadores hace que ciertas babosas que no parecen corruptas parecen ganar vigor al pasar por la zona mágica.

  • Algunos entes corruptos se curan al pasar por la zona de sanación, quizá sea la clave para limitar el poder el elemental”, susurra Havix a su amigo mientras ayuda a levantarse del suelo.

El combate se ha reanudado y todos están concentrados en su parcela de combate; el suelo tiembla con el inmenso rumor del agua corrupta y del techo de la bóveda ya caen algunos fragmentos de ladrillo cerámico. El titán va perdiendo fuerza y los ánimos de la tropa se redoblan ante las embestidas.

  • ¡Brujo,s descargas de caos directas a su torso!”, brama Set Whu.
Pronto el combate se decanta hacia el lado de la Horda, pero un descuido desgraciado de Ild´elhor hace que este caiga al suelo alcanzado por una esquirla de hielo que le traspasa el brazo izquierdo, perdiendo una de sus dagas; una cúpula antimagia le es colocada por los sanadores, que redoblan sus esfuerzos en mantener con vida a los escudos.

  • Provócalo, Set, va a lanzarme un golpe”, grita Kut´elhar.

Pero su líder, trastabillado ante un impacto, había caído al suelo y no reaccionó a tiempo; la distancia que les separaba era grande y el tiempo de absorción del escudo del elfo se iba acortando. Levantó su corpachón pandaren del suelo y comenzó a correr hacia su amigo, consciente de que unas milésimas de segundo separarían el éxito del fracaso, no solo de la vida de Kul´elhar, sino del combate y de todo el grupo.
El elfo apretaba los dientes, desafiaba al elemental, pero sus botas no sostenían la posición y lentamente iba retrocediendo a la vez que el escudo estaba casi debilitado del todo; entonces lo vio, una mancha azul y verde acercándose a toda la velocidad, por su izquierda.

  • Algo no concuerda aquí”, pensó para sí el escudo pues la ayuda de su compañero debía de llegar desde la derecha. Pronto lo comprendió.

  • ¡¡¡No!!!”. El lamento se elevó hasta el techo, cubrió toda la sala, pero ya no podía cambiar el devenir de los acontecimientos.

Mor´airha, en un desesperado intento de salvar a su hermano, y con sus dotes de forestal que le imprimieron una velocidad poco común, saltó delante de Kut´elhar interponiéndose entre el golpe mágico del titán y éste. El impacto fue tremendo, el cuerpo frágil de la elfa salió disparado por los aires aterrizando a unos cuantos metros del escudo. Kut´elhar corrió a su lado, con el pánico reflejado en su mirada mientras el resto de sus compañeros se encargaban de derrotar al titán de agua, ya muy debilitado tras ese último ataque mágico.
Llegó hasta ella y la tomó en brazos, sacudiéndola levemente; los ojos de la elfa permanecían cerrados, su cuerpo inerte y de su hombro derecho emanaba un vapor helado donde había impactado el hechizo. de alguna manera la elfa había conseguido desviar el hechizo clavando una flecha en la cabeza del elemental, pero el reflejo la había derribado golpeándola en ese hombro. Su hermano dispuso el escudo a modo de protección, envolviéndola y preservándola de más ataques mientras el titán agonizaba entre las mareas de su propia corrupción debilitada.
De repente se hizo el silencio tras la desaparición del titán y la sala se contrajo en un remanso de paz mientras millones de gotas de agua purificada bañaban a los intrépidos guerreros; la corrupción había desaparecido de la sala. Una mano se posó en el hombro del elfo mientras el resto de combatientes llegaban a la carrera.

  • Lo siento, hermano, fue fallo mío”, murmuró Set Whu tratando de consolar a su compañero.

Kyt´elhar levantó su mirada inexpresiva hacia su líder mientras Havix ya trataba la herida de la elfa, y Alv Kur hacía lo propio con la del pícaro, y asintió.

  • Salgamos de aquí, regresamos al campamento”, sentenció Set Whu.

Kut´elhar tomó a su hermana en brazos, acunándola tiernamente mientras la comitiva dirigía sus pasos hacia la salida de aquella caverna infernal.

  • Se salvará”, dijo con ánimo Havix al lado del elfo, “el impacto ha sido muy fuerte, la corrupción casi penetra en ella, pero en el campamento la devolveremos a la vida”.

Casi flotando, sin percibir elemento externo alguno, con sus armas abandonadas en aquella sala de batalla, el elfo salió a la luz del día, donde el sol había vuelto a bañar aquel paraje otrora siniestro y no había rastro de engendros corruptos en el exterior. El camino de regreso transcurrió sin incidentes, con el grupo en un pesado silencio, cansados, tanto física como mentalmente, y preocupados por la suerte de Mor´airha.
Ya en el campamento, después de tender a su hermana en un catre de la enfermería, se dirigió a los más poderosos druidas y chamanes de aquel poderoso ejército que contaba en sus filas con innumerables valientes, y solo una palabra salió de sus labios.

  • Salvadla cueste lo que cueste”.



Acto seguido salió de la tienda y se dirigió hacia un bosque cercano,  fundiéndose con las sombras, desapareciendo de la vista.

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